"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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30-05-2010 |
Autocrítica en el Frente
Nelson Cesin
Si sólo administramos el capitalismo dejaremos de convencer a muchos
Constanza Moreira
Luego de la señal de alerta de las elecciones departamentales del domingo 9, el Frente Amplio inició un análisis autocrítico caracterizado por “debates múltiples e interrelacionados”. Para intentar identificar los ejes de esa discusión, hasta el momento no jerarquizados, Brecha recabó opiniones de diversa extracción sectorial, geografías y generaciones. Entre las coincidencias se planteó la necesidad de no dejar de lado lo sustantivo –la transformación de la sociedad– en el momento de discutir lo instrumental. Para “afilar” y afinar el instrumento, se repasan propuestas varias: desde el rol de los sectores hasta la incorporación de las redes, sin olvidar aspectos puntuales como la pertinencia o no de la figura de un presidente del fa.
Con Constanza Moreira
—¿Cómo ordenar el examen crítico que empieza en el Frente Amplio (fa), y en qué plazos se debe dar? ¿Qué procesos políticos debe abarcar? ¿Quién, en definitiva, establece la agenda?
—Te voy a decir cómo me parece que se está dando y cómo creo que debería darse. ¿Cómo veo que se está dando? La Mesa Política y el Secretariado han decidido conducir un debate de tres o cuatro meses que podría involucrar una reforma de los estatutos, autocrítica y análisis de las elecciones departamentales, y algunos documentos que consensuarán esto. Eso se va a hacer a través de los comités de base, y los sectores –que con velocidades distintas– también están actuando. Las finalidades de esta discusión se encaminan a aumentar la fluidez de las relaciones entre gobierno y partido. Pero yo creo que esto, salvo sorpresas mayores, no modifica sustancialmente nada de lo que está pasando en el Frente. Porque lo que está pasando no tiene que ver sólo con lo que pasa dentro sino con la relación entre el Frente y el afuera. Y como no tenés ningún mecanismo por el cual los de afuera, por ejemplo los que votaron en blanco, participen de la discusión, simplemente siguen afuera. Es más, vas a escuchar alguna voz que diga “si hay alguna modificación que hacer, tiene que partir de la orgánica”. Yo creo que ese es un punto de vista completamente equivocado.
—¿Cuál debería ser la lógica de este debate, entonces?
—La lógica… O sea, hay dos debates: uno es ése a la interna, que no se plantea grandes cosas, ya ves que la mayor parte de los grupos dijeron que la conducción del fa no estaba en cuestión, cuando sabemos que está en cuestión desde 2007. El problema no es sólo el vicepresidente del fa, es el presidente y toda esa estructura que está en la calle Colonia, que todo el mundo critica pero que nadie… No hay ningún proceso de renovación partidaria sin la renovación de sus dirigencias. De lo contrario se habrá quedado apenas en algunos compromisos de mayor relación entre gobierno y partido. Por otro lado hay una discusión afuera, parte del voto en blanco, que no tiene eco dentro del Frente. Hay una parte que son las redes, pero sólo una parte, porque además está la izquierda social, los sindicatos, el movimiento de derechos humanos, las mujeres… y luego las clases medias montevideanas, que son las que más protestan, porque son los electores “ilustrados”, más modernos, más urbanos, más involucrados políticamente.
—¿Y los más castigados por el primer gobierno del fa?, ¿por eso protestan?
—No sé si son los más castigados, porque a las clases medias les ha ido bien económicamente con el primer gobierno. Son los que, al estar más informados y por dentro de las cosas, tienen más expectativas, y su protesta se hace sentir más. Pero toda esta discusión no tiene manera de entrar si el Frente se dedica al internismo. Si su única finalidad va a ser establecer elementos de diagnóstico y acercar la fuerza política al gobierno, habremos perdido la discusión entre la fuerza política y el afuera, que es lo que está importando.
—¿Pero no es también necesario discutir la idea de si el gobierno fagocitó al partido?
—Esa idea no es tan así. Creo que Tabaré Vázquez hizo algo que era muy razonable: tenía a un fa con muchos sectores, quería una fuerza disciplinada, que no le alterara la gobernabilidad, sobre todo porque parte de la gobernabilidad tiene que ver con el comportamiento del sindicalismo, y el Frente y el sindicalismo están juntos, y los sectores operan dentro del movimiento sindical, entonces colocó a los principales dirigentes en cargos ejecutivos como forma de comprometer al fa en las principales líneas del gobierno. Y eso está bien. Que el fa se haya desvinculado de la sociedad no es porque Tabaré metió a los cabeza de lista en el gabinete, sino por el concurso de muchas cosas. Una de ellas es que, antes, los dirigentes no se involucraban con la gestión, y ahora no hay ninguno que no esté con un cargo electivo o uno en el gobierno. El ejemplo máximo de esto era (Jorge) Brovetto, que era presidente del Frente y ministro de Educación y Cultura.
—¿Eso no delata una falta de jerarquización de una función importante, como la presidencia del fa?
—Eso delata una falta de. Porque en Uruguay todo se delata más por la ausencia que por la presencia o la intención manifiesta. Por eso es el país de la cola de paja, tenés que mirar por lo que falta, por lo que no se hizo, es muy difícil juzgar algo por lo que se hizo. Las cosas se hacen por defecto. Yo, por ejemplo, he planteado lo de Margarita (Percovich) y simplemente no se habla más del tema, en vez de decir “no, por ahí no vamos”.
—Percovich contó a Brecha que no sabe por qué usted sigue manejando su nombre para la presidencia del fa cuando hace bastante tiempo dijo haberle comentado que no era la persona indicada, y también se preguntó por qué “Constanza piensa en una mujer de 70 años” para un cargo tan importante.
—Porque creo que la renovación son dos cosas: es el género y las generaciones. Entonces yo quiero un joven o una mujer. Para mí la renovación de género tiene un valor en sí mismo, independientemente de la edad. Ya una mujer es distinta a un hombre, aunque tenga 70 años; piensa distinto, hace distinto.
—También puede haber mujeres que hagan las cosas muy parecidas a los hombres y jóvenes muy conservadores…
—Puede haber. Pero para mí Margarita, con sus 70 años, debe de tener una de las cabezas más modernas en términos de los nuevos derechos, unión concubinaria, la bancada femenina... Margarita es un ejemplo de buenas prácticas en la izquierda que a mí me gustaría que pudieran ser reproducidas a nivel del Frente en su conjunto.
—Volviendo al plano de la relación gobierno-partido, hay quienes desde la izquierda sostienen que a la administración de Vázquez no le era funcional un partido potente que contrariara algunas de sus líneas de acción.
—Ningún gobierno quiere verse obstaculizado, esa es la decisión cortita del poder. El poder no quiere participación, los gobiernos no quieren que las sociedades les impongan condiciones, los presidentes no quieren que les hagan huelgas. La decisión política de quedarte sin partido hace que algún día vas a terminar perdiendo las elecciones. Ahora, que vos reacciones sólo porque tenés un mal resultado electoral es un poco oportunista.
—Pero el fa viene descendiendo desde 2005.
—Hay una interpretación, la de César Aguiar, que dice que el Frente se estancó antes de 2004. Una regla en la política es que en cualquier sistema multipartidista vos tenés un techo del 50 por ciento. César dice que el Frente ya se había estancado en su tasa de crecimiento y la crisis de 2002 le dio el empujón para la victoria de 2004.
—Coloca entre paréntesis, entonces, la tesis del estancamiento electoral.
—El Frente está estancado desde hace tiempo, está perdiendo peso en las clases medias urbanas y está perdiendo peso en los jóvenes.
—La pregunta es por qué está perdiendo peso. ¿Este proceso puede estar asociado a inconsistencias en el rumbo estratégico de las transformaciones, a debilidades del propio proyecto político?
—Tenemos que procurar un proceso de transformaciones en sí mismo, y no porque eso nos vaya a dar votos. Una de las cosas a examinar es que nuestro modelo de acumulación capitalista –que es muy desigual, donde vamos teniendo una velocidad a dos tiempos, con clases medias y medias altas a las que les va bárbaro y participan del mundo global, mientras los otros están encerrados en sus guetos suburbanos– va generando desafección. Las clases medias y medias altas se van cada vez más desolidarizando de los más pobres. Porque mejorar tus perspectivas de consumo y de vida no te hace más revolucionario sino más conservador. Las sociedades que se van enriqueciendo de esta manera dual van generando mayor conservadurismo. Entonces nuestro proceso de transformaciones tendría que ser volver a unir lo que ahora está separado, es decir, la clase media con los pobres. Ése era el sindicalismo uruguayo, la izquierda, ésa es la alianza. (Julio) Marenales siempre dice que el Frente es policlasista. Y yo le digo no: es biclasista. Ahora, si vos tenés un proceso de acumulación capitalista que no querés o no sabés transformar… A ver, (el presidente José) Mujica dice: “Y bueno, nosotros vamos a administrar el capitalismo”. Pero ¿qué quiere decir administrar el capitalismo?, ¿a cuántas cosas estoy renunciando cuando digo eso? Porque hay algunas a las que yo no renunciaría.
—¿A cuáles, por ejemplo?
—No renunciaría a participar activamente en el proceso de generación de la riqueza. Hace poco el Cinve hizo un estudio donde dice: “existe consenso en que la función redistributiva del Estado debe recaer en el gasto social más que en los impuestos”. ¿Existe consenso entre quiénes, me pregunto yo? ¿Vamos a renunciar a una política tributaria que grabe más al capital, por ejemplo Bolivia, con los impuestos a los hidrocarburos? ¿Pensamos que el gasto público social es la única vía socialdemócrata para reducir la desigualdad? Está bien, este informe lo hace Cinve, pero luego Fernando Lorenzo, nuestro ministro de Economía, lo ratifica. Entonces, ¿administrar el capitalismo implica que voy a renunciar a tener una política de impuestos más agresiva sobre el capital, para limitar la capacidad extractiva de las elites dominantes? ¿Implica que voy a renunciar a que el Estado tenga su propia intervención económica o subsidie cosas como Alur, para que yo no solamente combata la pobreza a través de transferencias monetarias directas, que no movilizan a nadie?
—El grueso de la gestión del fa parece ir por otro lado…
—Bueno, en la primera parte hubo que desandar las cosas del período anterior, y yo creo que la marca de Tabaré fueron las políticas sociales, expansión de coberturas de lo que fuera, desde el Ceibal hasta la reforma de la salud. Eso está perfecto y tiene que seguir, pero es una base.
—¿Y encima de eso qué tiene que venir?
—Y, encima… Por eso me parece que el discurso sobre los funcionarios públicos es peligroso, porque el único actor capaz de imponerle alguna condición a las elites económicamente dominantes, que en su mayoría no son nuestras, es el Estado, un Estado fuerte que tiene que participar en la generación de la riqueza. Todos los procesos de nacionalización de recursos estratégicos que han hecho los países de giro a la izquierda tienen que ver con eso, y tampoco estamos hablando de socialismo.
—El ex senador socialista chileno Carlos Ominami, analizando la reciente derrota de la centroizquierda en su país, afirmó a Brecha que la Concertación fue siendo capturada por un “neoliberalismo light”, por la lógica de un “capitalismo compasivo” que se preocupa por generar redes de protección social pero que no altera la dinámica de funcionamiento del sistema”. ¿Se puede presentar una amenaza de este tipo en el horizonte de la izquierda uruguaya?
—Es eso, claro. Si nosotros renunciamos a la voluntad política de intervenir en el proceso de producción de la riqueza, vamos a tener una política pragmática que con el tiempo dejará de convencer a muchos. Es decir, la derecha también va a poder hacer una política pragmática, con políticas de transferencias, políticas sociales focalizadas. La gente va a dejar de percibir las diferencias. Yo creo que la diferencia entre el Partido Socialista chileno y Piñera es enorme, pero alguien dejó de percibirla. n
Armadas
El presupuesto y el salario de los soldados
—¿La gente percibe diferencias ideológicas nítidas entre el discurso –y la acción– del fa y el que tienen los partidos tradicionales?
—Creo que hay una diferencia enorme, pero esa diferencia está dada más… por la toma de posición de la derecha (se ríe). Ellos sí tienen una posición respecto de muchas cosas, nosotros oscilamos. Es como en el tema de las Fuerzas Armadas. Cuando discutimos la prórroga de la misión en Haití alguna gente nuestra protesta, pero blancos y colorados votan, no tienen dudas.
—Usted, por lo visto, sí tiene dudas, sobre todo respecto a votar un aumento de presupuesto para las Fuerzas Armadas, como ha prometido el presidente.
—Claro que tengo dudas. Uruguay siempre gastó poco en las Fuerzas Armadas, salvo en el período de la dictadura, ya que para mantenerla era necesario mucho gasto represivo. Pero aún podemos disminuir más ese gasto, porque las Fuerzas Armadas siguen teniendo cosas que ya no deberían pertenecerles: la Dirección de Meteorología, la Aviación Civil, etcétera. Luego tenemos la Sanidad Militar, y si nosotros ahora queremos que las cajas de auxilio pasen al Fonasa, creo que deberíamos tener un plan a futuro para que el Hospital Militar pase a integrar el sistema de salud. La evaluación de la gente es mala respecto del aparato militar, y cuando se le pregunta sobre el presupuesto militar dice, por abrumadora mayoría, que debería ser menor.
—¿Y a qué obedece la aparentemente irreductible posición de Mujica respecto al aumento presupuestal para las Fuerzas Armadas?
—Es que Mujica piensa que los soldados ganan poco, y ganan poco, entonces la manera de aumentarles el sueldo es aumentar el gasto en las Fuerzas Armadas. No, la manera de aumentar el sueldo de los soldados es reducir otros gastos militares, pero manteniendo igual o más bajo el presupuesto de las Fuerzas Armadas. Ésa debería ser la visión de largo plazo.
Fuente: http://www.brecha.com.uy/index.php/politica/3380-autocritica-en-el-frente
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